Un territorio poco atractivo antiguamente
Viladecans, como muchas poblaciones del delta del Llobregat, ha sido un pueblo de acogida y receptor de población a lo largo de su historia. Pero no fue hasta el siglo XX que la llegada de inmigrantes a nuestro municipio produjo una transformación más importante de la demografía local. Hasta entonces el crecimiento había sido débil.
La demografía fue precaria durante mucho tiempo; por un lado, por las condiciones naturales y geográficas: las riadas o inundaciones por las lluvias, que afectaban mucho a una sociedad plenamente rural, y el paludismo o las fiebres tercianas provocadas por el estancamiento de las aguas no animaban precisamente a que más gente se estableciese aquí. Tampoco lo favorecía el control señorial del territorio hasta bien entrado el siglo XIX. Así, los primeros datos demográficos existentes, de los siglos XIV al XVI, indicaban entre uno y dos centenares de personas.
Habitantes según los primeros datos de los siglos XIV al XVI
Personas que había a principios del siglo XVIII
Habitantes en 1787, cuando la población experimenta el primer gran crecimiento demográfico
Personas empadronadas en 1900, con un aumento a ritmo muy lento
Habitantes que tenía Viladecans antes de iniciarse la Guerra Civil
Habitantes en la década de los 40, cuando la población retrocede
Personas que vivían en Viladecans en 1970, cuando la población se multiplica por 3,27
Habitantes en 1981 que marcan el clímax demográfico
Las primeras migraciones, de Occitania
Hasta bien entrado el siglo XVIII Viladecans no se consolida demográficamente e iniciará un crecimiento lento pero constante de gente llegada de fuera que se sumará a las personas que viven aquí. Los primeros de los que tenemos constancia documental son los inmigrantes occitanos, con una llegada continuada desde finales del siglo XV hasta el siglo XVIII.
La llegada de occitanos consolidó la población
Estos occitanos ayudaron a que Viladecans no desapareciera como pueblo: se casaron con las herederas locales, formaron casa y trabajaron la tierra o se dedicaron a actividades artesanales y participaron, de manera activa, en la sociedad y las instituciones locales. Estos occitanos ayudaron a mantener la población en torno a las 255 almas, que son las que inician el siglo XVIII.
En el año 1718 uno de cada cinco jefes de casa tenía apellido de ascendencia occitana
Jaume Codina, entre los años 1418 y 1750, contabiliza un total de 3.812 franceses por nuestros municipios deltaicos, de los que 92 corresponden a Viladecans. En 1718 los jefes de casa de Viladecans con apellido de ascendencia occitana son 13, un 22 % del total.
La consolidación demográfica coincidió con la independencia religiosa de la parroquia de Sant Climent, de la que la iglesia de San Juan había sido sufragánea hasta entonces, y con cambios en la economía rural: se empiezan a ver las primeras norias en la zona de marina, la agricultura de secano baja de la montaña y el Samontà para ganar las tierras fértiles de las marismas y la viña se extiende por las sierras y el piedemonte. Es un momento dulce de crecimiento económico: Viladecans crecerá como no lo había hecho en tres siglos antes. Según el censo de Floridablanca (1787), y con la aplicación de los coeficientes correctores publicados por Jaume Codina, nuestra ciudad tenía 653 habitantes en 1787.
Primera gran ola migratoria
Viladecans contaba con poco más de un millar de habitantes en 1900, cuando mantenía su carácter de sociedad rural y pueblo agrícola, con predominio del secano aunque se iniciaba en el regadío por el descubrimiento del agua artesiana en las décadas finales del siglo XIX. Pero, en este siglo XX, dos oleadas migratorias muy potentes cambiarán su fisonomía.
A partir de los años 20 llegan familias del País Valenciano (sobre todo de Castellón y Alicante) y de Teruel, pero también de Almería, que vienen atraídas por una Barcelona en expansión, por las obras de la Exposición Universal y del metro y por la instalación de las primeras industrias en la población y sus alrededores.
La Guerra Civil, sin embargo, provocó una fractura demográfica y por primera vez en este siglo la población retrocedía a lo largo de la década de los años cuarenta: pasó de los 3.784 habitantes de 1936 a los 3.664 de 1949.
Crecimiento poblacional de vértigo
En 1950 se produce un punto de inflexión para el crecimiento demográfico de la ciudad, con un incremento de 430 personas en un año. A partir de aquí y hasta el 1981 el ritmo de crecimiento de la población es de vértigo, debido a una segunda oleada migratoria proveniente sobre todo del sur peninsular y, en menor medida, del Aragón y el País Valenciano. A partir de la década de los 80, la población continuó creciendo, pero ya a un ritmo más moderado, acompañada de una tercera inmigración, en este caso de población venida de fuera del territorio español.
En la década de los años cincuenta la población casi se dobla y en la de los sesenta se triplica de nuevo
En la década de 1950 a 1960 la población crece un 78,16 % —de 4.214 a 7.508 habitantes—, con una punta de 825 personas llegadas en 1956. Entre 1960 y 1970 la población se multiplica por 3,27 y pasa de 7.508 a 24.565 habitantes. El año con más recién llegados fue 1965, cuando llegaron 3.747 personas, casi el 50 % más que el año anterior.
El clímax del boom demográfico se alcanzará en 1981, cuando Viladecans llegará a los 43.358 habitantes
En la década de los años 1970 la población se habrá multiplicado por 1,76, con hitos de 3.671 y 5.285 personas llegadas en los años de 1970 y 1975, respectivamente. Esta demografía explosiva, que también se dará en el resto de poblaciones deltaicas, provocó que entre 1900 y 1981 la población de Viladecans se multiplicara por 36.