¿Una societat digital comunica mejor?

Reflexiones desde la innovación ciudadana
Que los adelantos en tecnología aportan beneficios a la sociedad no se pone en entredicho y ciertamente hay muchos: la expansión del conocimiento, la aceleración de la productividad, la mejora de la comunicación, el aumento de la exploración creativa..., además del hecho que facilita la colaboración, redistribuye la confianza, abre oportunidades de negocio, amplía la libertad, construye una sociedad global, obliga a revisar las reglas, etc.
 
Queremos una ciudad digital que avance en conocimiento, productividad, comunicación, colaboración, oportunidades de negocio, etc. y yo añadiría que, sobre todo, favorezca el medioambiente, evitando el derroche de recursos; por ejemplo, reduciendo el uso, a menudo innecesario, de papel.
 
Una sociedad que avanza no se puede permitir desentenderse de aquello que va surgiendo, de aquello que mejora y mujer más posibilidades a todo el mundo. La tecnología, el YATE (el Internet de las Cosas) y la convivencia con la *black *mirror y con una creciente conectividad es imparable.
 
Ahora bien, una sociedad digital es, en primer lugar, una sociedad. Compuesta por personas. ¿Quién tiene que ser protagonista de esta historia, de nuestra historia? ¿Las personas o lo digital?
Se podría responder que se está trabajando para que converjan. Se habla también de sinergia. Pero, ¿se está haciendo de verdad?
 
¿Qué quiere decir tener en cuenta las personas?
 
Con todos los adelantos tecnológicos de la historia –la revolución industrial, el descubrimiento del teléfono, Internet, la sociedad digital y el IoT– se ha pensado a avanzar, a mejorar, a facilitar las cosas, las gestiones, a comunicarnos más y mejor. Ahora las distancias son más cortas y relativas, la comunicación con la otra banda del mundo es mucho más accesible que nunca. Cierto.

Pero, ¿qué quiere decir comunicarnos mejor?, ¿Qué quiere decir comunicarnos bién?

Pongamos algunos ejemplos. En esta sociedad digital "del bienestar"¿se ha pensado en el reparto equitativo de las ventajas de la digitalización entre los diferentes colectivos de las personas? ¿Todos pueden acceder de la misma manera a internet y a los trámites en línea?

Cuando se consiguen datos de personas y se las llama a las once de la noche para ofrecerles otra línea móvil, o se las bombardea con correos electrónicos para conseguir suscripciones,¿se ha pensado si aquellas personas lo necesitan?

Cuando para nuestro trabajo nos toca “molestar” otra persona para obtener un resultado o un indicador, tenemos en cuenta que quizás esta persona no necesita aquello que le ofrecemos o tiene otras prioridades o que quizás no está en el mejor momento para escucharnos? O lo hacemos igualmente?
 
Dos de las metodologías más ágiles y más utilizadas por la innovación empresarial y el emprendimiento son el Design Thinking y el Lean Startup. La base de estas metodologías y su ikigai, su “razón de ser”, es poner la persona en el centro. Empatizar. Pero, realmente, ¿se pone siempre el foco en lo que necesita la persona?
 
En general, políticos, empresas, e incluso nosotros, las “personas” mismas, ¿priorizamos las necesidades de la gente o priorizamos “los resultados”?
 
En un mundo tan orientado a objetivos, a la mejora de la productividad y de los resultados, todo con el acompañamiento de la digitalización constante e imparable, es necesario prestar atención a las necesidades reales de la humanidad.
 
Y ¿cuáles son las necesidades reales de la ciudadanía? ¿Cuáles son las necesidades reales de las personas que forman parte de las empresas, asociaciones, partidos políticos, escuelas...?
 
¿Somos capaces de transcender del que es individual al que es colectivo? ¿Nos escuchamos bastante para saberlo? ¿Sabemos escuchar? ¿Qué quiere decir escucharnos “de verdad”, escucharnos de forma consciente?
 
Conozco personas que no se fijan nunca en aquello que dice la gente con la mirada, con el tono de voz, en el cómo lo dice ni en aquello que no dice.
 
¿Por qué no nos escuchamos bastante? Quizás porque esto implica renunciar a nuestro tiempo. Quizás no estamos teniendo en cuenta que este tiempo después se podría transformar en algo mejor para todo el mundo.
 
Y es que, en general, no sabemos escuchar. Y normalmente no nos comunicamos de forma consciente. El ritmo frenético de obtención de indicadores y resultados, los egos y las inseguridades no nos permiten de hacerlo. Y no hay bastantes espacios transversales donde nos podamos comunicar sin miedos y de forma horizontal.
 
Hace falta una sociedad digital que se escuche. Que permita espacios para parar y conectar. Espacios donde diferentes colectivos compartan cosas, haciendo aflorar necesidades, bienes comunes y posibilitando proyectos de ayuda mutua; incorporando la tecnología a las organizaciones desde una visión más ética y social, creando economías de impacto positivo para las personas y para el medio ambiente. Hacen falta ciudades y barrios inclusivos donde todo el mundo se pueda comunicar y conocer de verdad la empresa, el comercio, la entidad y el político del lado. Hace falta más escucha y más revuelta, positiva, valiente y con impacto. Más espacios de interacciones y de comunicación real. Además de comunidades, hacen falta más “comunalidades”.
 

Artículo escrito por: Gemma Antolí, técnica de innovación ciudadana en el ámbito de la innovación, la industria 4.0  y la economía naranja,

y publicada en el diario digital de Sant Feliu de Llobregat #FetASantFeliu

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